martes, 26 de junio de 2007


Estaba yo leyendo las entradas de Eddy, y vi algo relacionado con "El arte Kitsch"... Recordé entonces una clase con mi profesor de diseño donde nos explicaba un poco esta corriente (si así podemos llamarla) y llegó a esta conclusion: "Lo Kitsch es Naco y Chido"...será?


Encontre esto tambien...


El arte Kitsch: puro corazón


La vieja rueca del tiempo trae consigo modas, el gusto por ciertos artículos, formas de vida pobladas por preferencias y actitudes determinadas. A la par, brotan en el lenguaje palabras con un empolvado origen que se conserva como un misterio, pero cuyo uso es tan cotidiano como los objetos o la actitud que designan.
Al respecto, los estudiosos han ido creando conceptos para definir las expresiones nuevas del arte (a veces las antiguas que no habían sido tomadas en cuenta ni clasificadas). Es así que en el siglo pasado fue elaborado el concepto de arte naïve o naïf, y en este siglo, el de kitsch.
Del objeto popular al consumismo
De arte naïve comienza a hablarse a finales del siglo XIX y se toman como representantes famosos a los pintores Henri Rousseau (de Francia) y Pirosmany (de Ucrania). Antes no había sido usado ese concepto con el cual se trató de caracterizar la obra de pintores que no tenían estudios técnicos, sino que de manera espontánea y autodidacta se dedicaban al trabajo de los pinceles sobre la tela, por consiguiente, no seguían los preceptos técnicos básicos como respetar la perspectiva y las proporciones; sin embargo, esas pinturas conservaban un encanto especial que fue interpretado como el candor de la ingenuidad popular, y éste comenzó a ser su valor fundamental. De ahí en adelante el arte naïve se convirtió en todo un género de la plástica que ha tenido muchísimos exponentes en todo el mundo.
Un concepto diferente al anterior y muy nuevo es el del kitsch, que comenzó a ser utilizado por sociólogos y estudiosos del arte a partir de la segunda mitad de este siglo, y todavía parece ser que su uso es casi exclusivo en los recintos académicos o en las publicaciones con temas culturales de nuestro tiempo. Hicimos la referencia al arte naïve no sólo por tratarse de un término que comenzó a calificar una expresión artística antes no considerada, lo cual ha sucedido también con la palabra kitsch, sino también porque a ambas clasificaciones se les atribuye un origen popular; la diferencia estaría en que el primero está más ligado a la artesanía auténtica, sin pretensiones, mientras que en el segundo lo "popular" se refiere más bien a su uso masificado, es decir, para las masas consumidoras en las sociedades del siglo XX.
Este concepto abre interrogantes: ¿Existen fronteras entre la creación artística de calidad y el arte kitsch? ¿Hasta dónde implica una cuestión ética? ¿Es la cultura de masas el caldo de cultivo para lo kitsch? Los objetos definidos bajo este concepto germinan en una sociedad que toma el consumo como intención fundamental, de tal modo que el hecho de crear está determinado por el objetivo de vender, lo cual aleja a los individuos de las relaciones humanas naturales como la de compartir experiencias. Lo anterior provoca la opacidad del arte y lo vuelve kitsch.
Lo que nadie es capaz de definir
En su libro Apocalípticos e integrados el escritor y académico Umberto Eco precisa que "…el mal gusto sufre igual suerte que la que (el filósofo y esteta) Benedetto Croce consideraba como típica del arte: todo el mundo sabe perfectamente lo que es, y nadie teme individualizarlo y predicarlo, pero nadie es capaz de definirlo".
El kitsch evoca imágenes de objetos industrializados sin gusto definido, por ejemplo: tres patos de cerámica en el comedor, gnomos de yeso en el jardín, casa pintadas con colores chillantes inarmónicos y prendas personales como aretes de imitación hechos con plástico. Para muchas personas el kitsch representa el apogeo de arte malo y la falta de buen gusto; sin embargo, es más que eso y está mucho más extendido de lo que usualmente se admite.
La palabra kitsch posiblemente surgió en Münich durante el último período del siglo XIX, y se volvió de uso entre críticos de arte y otros estudiosos de la sociedad a partir de la primera mitad del siglo XX.
Según el escritor Ludwig Giesz el término ya se utilizaba en Alemania a mediados del siglo XIX. Giesz cree que derivó de la palabra kitschen que en el dialecto de Meclemburg era aplicada a la persona que andaba terragosa, pero también al hecho de retocar muebles nuevos para que tuvieran apariencia de antiguos, lo cual remite a calificar que un objeto es de imitación, fraudulento o no auténtico. Además, en la Alemania sudoriental se refería a hacer la limpieza de manera apresurada en las calles, y por extensión se aplicó a los trabajos realizados de manera precipitada y con descuido, es por esto que los críticos hablan del kitsch como un arte "chatarra" que se fabrica con el único interés de la ganancia económica. Otra versión sostiene que pudo derivarse del inglés sketch (bosquejo), que según cuentan era un término muy utilizado por los turistas estadunidenses en Europa, debido a que por no estar dispuestos a pagar el alto costo de una pintura se conformaban de antemano pidiendo en las galerías que les vendieran un bosquejo del artista. En realidad todos los significados que se le atribuyen, independientemente del origen etimológico, son las acepciones con que el concepto es utilizado.
De acuerdo con Umberto Eco, la cultura alemana, quizá para ahuyentar un fantasma que la obsesiona intensamente, ha elaborado con gran esfuerzo una definición de este fenómeno, y lo ha resumido en la categoría del kitsch, tan precisa, que resulta intraducible, y ha tenido que ser incorporada a otras lenguas.
En un diccionario de los Países Bajos (Holanda) se define kitsch como "…todo lo que no es genuinamente sentimental o artísticamente auténtico, pero pretende serlo". Otros diccionarios proveen las siguientes definiciones: "…arte de una clase pretenciosa pero superficial, diseñado para tener una demanda entre gustos e intereses populares, en su mayoría dulce y sentimental, arte aparente que no refleja la realidad tal como es". Hay quienes traducen el concepto como "basura artística". Y es indudable que está ligado también a un trabajo artístico que es producido para satisfacer el gusto popular, que no busca ningún valor moral ni avanzar hacia una nueva estética.
Según Clement Greenberg, lo que se deriva del kitsch implica cierta insensibilidad y una creación por medio de fórmulas; sostiene que "…kitsch es el epítome de todo lo que es espurio en la vida de nuestro tiempo".
Menos ética que estética
En cierto contexto kitsch se refiere a un deseo sentimental para tranquilizar las emociones, reprimiendo o posponiendo la necesidad de confrontar la realidad. Además, busca tener un efecto sentimental para convencer a otros de comprar un producto, apelando directamente a las emociones, pasando por encima de la razón. Lo kitsch no sólo se materializa en los productos de este sentimentalismo, sino que los objetos se pueden convertir en kitsch a través de su aplicación.
Por otro lado, como lo hemos señalado, también indica vulgaridad, sentimentalismo y arte de mal gusto, pretencioso o artísticamente falso, dirigido a gustos populares o sentimentales. Concierne a la falta de originalidad, cuestiones comunes, trilladas, hipocresía o deshonestidad en diversas formas.
Un objeto puede ser kitsch por sí mismo, o convertirse en kitsch según su contexto o uso. La palabra kitsch no sólo se refiere al arte sino a cuestiones como la decoración, el entretenimiento, la política o la religión. Es importante puntualizar que el mal gusto no es el atributo principal de lo kitsch, también puede implicar un gusto corrompido o una originalidad fingida. Incluso hay quienes afirman que tiene más que ver con la ética que con la estética.
Al respecto, no hay nada sutil, ingenioso o ambiguo acerca del kitsch, su efecto meloso es instantáneo. Nada escapa al ejercicio de falsificación del kitsch, y encuentra refugio en imágenes a través del sensacionalismo, sentimentalismo, patriotismo, romanticismo, simplificación y clichés sociales. El "arte" kitsch es de ornato, transparente o espectacular. Los objetos no evocan sentimientos a través del entendimiento, todo lo que el espectador necesita es asociarse emocionalmente. Es por ello que el valor del arte kitsch es cuestionable, en tanto haya sido creado para satisfacer necesidades de mercado, y para "vender" de una forma calculada, y no como una necesidad creativa del artista. Creado en el contexto de una sociedad de consumo, la individualidad es adquirida a través de lo que se posee, mediante una ilimitada variedad de objetos "individualizantes". La calidad se vuelve confusa con un gusto popular y la individualidad está ligada a un nombre o nivel. La moda se convierte en la expresión del pensamiento kitsch, para lo cual hay una gran industria que suple de inmediato elementos culturales sin historias.
El kitsch es más que un arte que se ha resuelto mal, se convierte en una forma crédula de asumir la vida, lo sentimental y lo ambicioso. Crea románticamente una imaginativa pero superficial existencia fuera de un mundo soso, combinando iconos en una expresión de seudo-originalidad o estilo fingido ("Si lo tienes, presúmelo. Si no, fíngelo").
Los objetos kitsch
Podemos hablar de kitsch en una ilimitada variedad de áreas: porno kitsch, kitsch seudo-científico, kitsch filosófico.
El periodismo kitsch satisface la insaciable demanda de superficialidad. La belleza y la virtud son aceptadas tanto como es fácil obtenerlas cuando se requiere.
El "arte" kitsch no es necesariamente barato, puede incluso ser más caro. Puede coleccionarse una serie de objetos de poco valor, destinados a divertir o satisfacer al comprador momentáneamente, no tienen el objetivo de sumarse a una colección de arte.
Existe una ilimitada variedad de objetos que engrosan el mercado de lo kitsch, como ropa con leyendas de todo tipo, objetos con el diseño de ítems de películas o de animales en poses humanas, copias del David de Miguel Ángel, madonnas de plástico, revistas sensacionalistas prósperas dirigidas a un gusto desinformado, usualmente motivadas por la ganancia financiera, figuras de miniatura en el jardín, plantas, flores y fruta de imitación. Cartas de juego con flores, barcos, aviones o lo que sea, canciones sentimentales obvias en su amor idealizado, productos respetados por su manufactura extranjera y no por su calidad, pseudo-filosofías relacionadas con lo emocional en lugar de con un sólido argumento o una verificación empírica, técnicas pseudo-médicas relacionadas con verdades a medias y credulidad, símbolos culturales pasados de moda, novelas escritas a raíz de una fórmula.
El kitsch y la cultura de masas
La mayoría de los conceptos e ideas de crítica cultural derivan de autores como Roland Barthes, Claude Levi-Strauss, Jean Baudrillard, Jacques Lacan, Jacques Derrida.
El ensayista Günther Anders sostenía que el consumo masivo moderno es la suma de desempeños solitarios: cada consumidor, un trabajador empleado sin pago en la producción del hombre-masa. Agrega que esto conduce a la creación de hormigas producidas masivamente, que no desean renunciar al mundo pero "quieren estar seguros de no perderse la más brillante migaja del mundo como imagen en una pantalla".
Para el filósofo Theodor W. Adorno, la cultura contemporánea de masas es repetitiva, insoportable y omnipresente, y sugiere que tiende a desarrollar reacciones automatizadas que debilitan la fuerza de la resistencia individual. Finalmente, agrega, la gente no sólo pierde su capacidad para ver la realidad tal como es sino que también pierde su capacidad para experimentar la vida.
Al respecto, el escritor Bernard Rosenberg afirma que en las culturas de masas la gente se vuelve deshumanizada, insípida, llegada por la ansiedad; es explotada, engañada, abandonada, envilecida y su vida es estandarizada, vulgarizada y manipulada por la cultura de masas, que es una amenaza a nuestra autonomía, y esta situación es exacerbada por cosas como la ficción anémica, películas vulgares, dramones patéticos, creando en el público una angustiosa vida vacía de sentido y trivializada, así como alienación (respecto del pasado, del trabajo, de la comunidad y, posiblemente, de uno mismo), la que lleva a esa horrorosa realidad, el hombre-masa. La cultura masiva es papilla y caldo cultural que cretiniza nuestro gusto, brutaliza nuestros sentidos (pavimentando el camino al totalitarismo), de modo que todo lo que nos gusta es kitsch.
Y lo kitsch es aquello que ya está "consumido", que, como afirma Eco, "llega a las masas o al público medio porque ha sido consumido; y que se consume (y en consecuencia, se depaupera) precisamente porque el uso a que ha estado sometido por un gran número de consumidores ha acelerado e intensificado su desgaste".
En los años setenta, en un libro llamado Cultura Pop, Arthur Asa Berger sugería que es muy difícil definir la cultura popular y diferenciarla de otros tipos de cultura. "¿Es la cultura no popular lo contrario de la cultura popular? ¿O lo es la cultura de elite? ¿O la ‘alta’ cultura, lo que significaría que la cultura popular es ‘baja’?, ¿u otra cosa? ¿La cultura de elite, no debe ser popular?" Su respuesta era que, en esencia, el disgusto de los ‘elitistas’ por la cultura popular venía de su disgusto por el hombre común. Atacan su gusto y sus preferencias porque no pueden expresar abierta y directamente su desdén por las masas.
El kitsch según Kundera
En un capítulo de La insoportable levedad del ser, Milan Kundera aborda la cuestión del kitsch ampliamente, al escribir acerca de "el acuerdo categórico con el ser" (creencia derivada del Génesis, según la cual el mundo habría sido creado por un ser bueno, por lo cual lo procreado sería bueno).
Según Kundera, si recientemente en los libros la palabra mierda ha sido reemplazada por los puntillosos, no es por razones morales. "El desacuerdo con la mierda es metafísico. El instante de la defecación es la prueba cotidiana de carácter inaceptable de la creación (…) o bien la mierda es aceptable, o bien la manera en que hemos sido creados es inadmisible".
En este contexto, el acuerdo categórico con el ser implica un ideal estético para el cual el mundo es un lugar donde la mierda se comporta como si no existiera, "este ideal estético se llama kitsch". Debido al frecuente uso de esta palabra, explica Kundera, se ha borrado su valor metafísico original, a saber: el kitsch, por esencia, es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal como figurado, el kitsch excluye de su campo de visión todo aquello que la esencia humana tiene de esencialmente inaceptable.
En otra parte del libro, Kundera se refiere a un senador americano emocionado por la visión de niños sobre el césped: "¿Cómo podía saber ese senador que los niños significaban la bondad? (…) El senador no tenía más que un argumento a favor de su afirmación: su sensibilidad. Cuando el corazón ha hablado, no es conveniente que la razón levante sus objeciones. En el reino del kitsch se ejerce la dictadura del corazón."
Para Kundera, el kitsch es el ideal estético de todos los hombres políticos, de todos los movimientos políticos. En una sociedad donde la mayoría coexiste y donde su influencia se anula o se limita mutuamente, se puede todavía escapar más o menos de la inquisición del kitsch; el individuo puede salvaguardar su originalidad y el artista crear obras inesperadas. Pero ahí donde un solo movimiento político detenta todo el poder, se encuentra de golpe en el reino del kitsch totalitario. En un discurso pronunciado en Jerusalem en 1985, Kundera desglosaba nuevamente la palabra kitsch, y afirmaba que designa la actitud de aquel que quiere gustar a cualquier precio y conseguir un gran nombre. Para gustar, hace falta confirmar aquello que todo el mundo quiere entender. "El kitsch es la traducción de la necedad de las ideas aprobadas en el lenguaje de la belleza y la emoción (…) la estética de los medios masivos es inevitablemente la del kitsch, y en la medida en que los medios masivos se infiltran en toda nuestra vida, el kitsch convierte nuestra estética y nuestra moral cotidiana."
Finalmente, podemos agregar que la palabra kitsch designa cuestiones tan precisas como un objeto, pero tan ambiguas como una implicación metafísica. Acerca de su origen se ha especulado mucho, pero se ha confirmado poco. Sobre el kitsch, eso sí es seguro, habrá suficiente material para el telar de la reflexión.

No hay comentarios.: